Tan cierto como el alba

Tan cierto como el alba

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Hace poco conocí a un hombre que hace muchos años sirvió como piloto en la Marina de los Estados Unidos. Su unidad estaba desplegada y se le había asignado una misión de madrugada. Era invierno, y la lluvia helada y el viento cortante hacían casi insoportables los preparativos previos a la noche. Aun así, al estar al mando, el joven piloto no tuvo más remedio que seguir adelante.

La tripulación se lanzó a la tormenta, trepando a ciegas por las nubes utilizando únicamente sus instrumentos como guía. El avión traqueteaba contra las turbulencias, con la lluvia y el granizo martilleando el fuselaje como un tamborileo implacable.

Con cada takeoff, los pilotos tenían la costumbre de utilizar la radio HF del avión para buscar emisoras cercanas en busca de música de fondo que les acompañara mientras el avión ascendía hacia el cielo. Cuando el joven piloto escudriñó la estática, de repente oyó algo familiar: el inconfundible sonido del Coro del Tabernáculo de Salt Lake City, Utah, y su programa Música y Palabra Hablada.

El piloto hizo una pausa. La recepción era mala -las palabras apenas se distinguían entre las interferencias crepitantes-, pero la sensación era inmediata e innegable, un tierno recordatorio del hogar, la fe y la presencia de Dios.

Entonces, a través de la estática, irrumpió la voz del narrador, clara y distintiva:

«Mi fidelidad hacia ti es como la aurora de un nuevo día». En ese preciso momento, el avión atravesó el manto de nubes y la cabina se vio bañada instantáneamente por la brillante luz del sol. La tormenta, la oscuridad, las turbulencias -todo lo que había rodeado al avión momentos antes- estaba ahora abajo, oculto bajo un espeso y ondulante mar de nubes.

Arriba, el cielo se extendía interminable y claro. En su interior, algo dentro del piloto se disparó. El mensaje era inequívoco. Grabó: «Dios es fiel. No importan las tormentas que nos azotan, ni la oscuridad que nubla nuestra visión, Su fidelidad es inquebrantable, tan segura como el sol naciente.»

Continuó: «Aquella mañana en la cabina fue algo más que una experiencia: fue… un momento personal lleno de gracia en el que supe, más allá de toda duda, que la fidelidad de Dios es tan cierta como el amanecer de un nuevo día».1

Sí, la fidelidad de Dios es tan cierta como el amanecer. Su fidelidad hacia nosotros es algo con lo que siempre podemos contar.

Al celebrar el 4 de julio, damos gracias por la fidelidad inquebrantable de Dios hacia cada uno de nosotros y rezamos para que bendiga esta gran tierra que amamos.

1 Correspondencia personal, 3 de mayo de 2025.


06 de julio de 2025
Emisión número 4.999

El Coro del Tabernáculo
Orquesta en la Plaza del Templo
Campanas en la Plaza del Templo


Director
Mack Wilberg
Geoff Anderson

Organista
Andrew Unsworth

Anfitrión
Derrick Porter


Dios de Nuestros Padres, Cuya Mano Todopoderosa
George W. Warren; Arr. Mack Wilberg

How Bright Is the Day
Himno popular americano; Arr. Mack Wilberg

Preludio sobre «Pisgah»
American Folk Hymn; Arr. Dale Wood

Cántico
Arnold B. Sherman

Dios bendiga a América
Irving Berlin; Arr. Roy Ringwald

Himno de Batalla de la República
William Steffe; Arr. Peter J. Wilhousky