La lente de Dios
Este mundo en el que vivimos es un lugar hermoso, lleno de maravillas y paisajes impresionantes. Desde elevadas montañas y ondulantes llanuras hasta las junglas de hormigón de nuestras ciudades y exuberantes selvas tropicales llenas de árboles, una cosa es cierta: hay belleza por todas partes. En última instancia, «la belleza se encuentra en el ojo del que mira».[1] La belleza que vemos, no sólo en la Tierra sino también en sus habitantes, proviene de la forma en que elegimos verla.
Un día, hace muchos años, mi mujer y yo nos dimos cuenta de que uno de nuestros hijos no veía con claridad. Le llevamos al oftalmólogo y nos enteramos de que su visión estaba muy disminuida. Había vivido con este problema toda su vida, y para él era normal. Pero al salir de la consulta del médico con sus nuevas gafas, todo su mundo se transformó. Salió, echó un vistazo a un árbol del aparcamiento y, deteniéndose en seco, exclamó: «Mamá, papá, ¡todo está en 3D!».
Del mismo modo que unas gafas pueden cambiar la visión del mundo de un niño, también puede cambiar nuestra visión del mundo cuando elegimos verlo a través de la lente de Dios. Lo que antes parecía borroso o indiscernible, puede enfocarse plenamente con la ayuda de una lente celestial. De repente, nuestra capacidad de ver «las cosas como realmente son, y . . . como realmente serán».[2] aumenta enormemente. Empezamos a tratar a los demás con mayor amabilidad, viendo con mayor claridad las cargas que llevan. Encontramos alegría en mirar hacia fuera y hacia arriba, resistiendo la tentación de ser egoístas o inaccesibles.
Ponerse las lentes de Dios significa que elegimos seguirle, guardar Sus mandamientos y amar y servir a los demás. Significa que juzgamos menos y amamos más, y significa que perdonamos más fácilmente, incluido el reto que a veces tenemos de perdonarnos a nosotros mismos.
Ponerse las lentes de Dios significa que respondemos a la invitación del Salmo 46: «Venid, contemplad las obras del Señor, … estad quietos y sabed que yo soy Dios».[3] De este modo, no sólo vemos el mundo con mayor claridad, sino que también discernimos más fácilmente la mano de Dios en nuestras propias vidas.
[1] Margaret Wolfe Hungerford, «Molly Bawn», 1878.
[2] Véase Jacob 4:13.
[3] Véase Salmo 46:8, 10.
31 de agosto de 2025
Emisión Número 5.007
Coro del Tabernáculo
Orquesta en la Plaza de Tempe
Director
Mack Wilberg
Organista
Brian Mathias
Anfitrión
Derrick Porter
Venid, hijos del Señor
Melodía española; Arr. Mack Wilberg
Si el Salvador estuviera a mi lado
Sally DeFord; Arr. Sam Cardon
All Things Bright and Beautiful
Melodía inglesa; Arr. Brian Mathias
Escuchad todas las naciones
George F. Root; Arr. Mack Wilberg
Por la Belleza de la Tierra
Conrad Kocher; Arr. Mack Wilberg
Mira el mundo
John Rutter
El Espíritu de Dios
Anónimo: Arr. Mack Wilberg